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La inevitabilidad de nuestro propio camino de vida

camino de vida cris yogaCamino de vida y la toma de decisiones.

El camino de vida que hacemos se dibuja con nuestras decisiones. La palabra decisión siempre me ha generado nervios. Decidir, del latín ‘decidĕre‘ significa cortar. Tomar una decisión significa entonces hacer un corte. Algo que estaba unido, se separa. Así, tomar una decisión es demasiado drástico para una mente como la mía que ve los pros y los contras como forma de un todo inseparable. Aun así…

A los 18 decidí matricularme en Economía. ¡¿Economía?! Sí, esta es la reacción más común. La misma que hago yo cuando me acuerdo. Resumiendo, yo, que nunca me interesé por las matemáticas o el lenguaje numérico, empecé mi camino en la universidad de economía.

No sé si todas las experiencias que vivimos nos son necesarias, pero obviamente nos transforman.

Lo primero que hice al llegar a la universidad fue apuntarme al aula de teatro. Durante el primer año de carrera mi motivación no fueron las clases de macro economía, estadística o derecho en las que lloraba de aburrimiento y desesperación, sino cada uno de los gramos de pasión que desparramábamos en la Asamblea de Estudiantes. Mentes abiertas, gargantas preparadas para alzar la voz, manos creativas, mezclas de orígenes y formas de pensar. Pasados y presentes diversos que encontraban espacios comunes de reflexión, debate y acción.

Soñadores que se convirtieron en familia.

 

lo que El primer año de carrera sentí unas ganas que eran más fuertes que mi vergüenza y me apunté al aula de teatro. Os recuerdo que yo siempre he sido muy tímida. Pero por alguna razón, preparé la prueba de teatro como si mi máximo deseo fuera ser actriz.

Empecé las clases de teatro. Una cosa lleva a la otra y así fue como conocí a las personas que Recuerdo esta época porque la ilusión era más fuerte que el reparo. El romanticismo inocente de lo que vivía alimentaba mi día a día. Durante este primer año mi Así conocí a Yaiza, que al poco se convirtió en un pilar importantísimo.

La siguiente decisión.

bridge camino de vidaEl final del primer año se acercaba y yo me retorcía en dudas. Seguir en esa carrera significaba seguir al lado de esta gente con la que, a mis 18 años, soñaba con cambiar el mundo. ¿Cómo decir que no a eso cuando al otro lado de la decisión de dejar la carrera habitaba solo incertidumbre?

Siempre he sido lenta al tomar decisiones. ¿Qué será mejor? ¿lo podré lograr? si dejo esto que conozco, que me guste o no es «casa», ¿seré capaz de vivir?

Soñadora como soy, en mi imaginario pasaban cosas maravillosas. Así, tras meses de cuestionamientos, dejé la carrera, dejé a este grupo, y emprendí el vuelo.

En el Septiembre de mis 19, decidí, y me subí a un avión rumbo a Argentina. Una mochila con 8 kilos de ropa y malabares. Ilusión, sueños e imaginarios preciosos como bandera. Nada más.

Lo que iba a ser un viaje de 3 meses se convirtió en 9 meses de muchas cosas que no esperaba.

Me adentré en Argentina y a más de 10.000 kilómetros de distancia, desaparecí.

Argentina, los sueños y la realidad.

Durante este tiempo, y un poco más que explico aquí, pasaron muchas cosas. Entre ellas, la que marcó un antes y un después, fue una relación que fue absorbiendome hasta que un año y pico después, 12 kilos menos y el miedo en cada rincón de mi cuerpo, volví a escuchar esa voz, que medio adormecida me decía, «Cris, hay que volver a salir de aquí». «Vas a tener que reunir todo lo que te queda, creer que la vida es mucho más que esto, que vas a ser capaz y salir de aquí.»

Todos podríamos acordar que decidir dejar una relación de abuso es lo más lógico y fácil de hacer. Bueno, en mi caso, y en el de tantas, ésa es una de las cosas que más miedo da.

Sin embargo, lo haces, porque si no lo haces… bueno, si no lo haces, a menudo, tampoco lo cuentas.

flores camino de vida yoga crisLo hice, me planté de nuevo con un horizonte abierto en el que poder crear. Volví a la universidad, volví a una carrera que me apasionaba, que me mantenía en primera fila, tomando apuntes y leyendo libros hasta que se me cerraban los ojos.

Cuando creía que todo se asentaba, años después, de nuevo, esa voz. De nuevo esa fuerza mayor que me hacía buscar algo más. No sin dudas, a los 24 dejé Barcelona para aterrizar en Madrid. Una ciudad totalmente desconocida, que me presentó a dos compañeras que se convirtieron rápidamente en familia. Fue en ese bajo de Santa Ana 6, tras haber acabado la carrera y con toda la incertidumbre por delante, que quise escuchar esa voz que me había guiado en una y otras direcciones antes. Pero entonces no hablaba.

Por una vez, esa voz no me decía que me moviera. No tenía ni idea de qué iba a hacer, pero moverme no era la respuesta. Lo único que me decía esa voz era que me quedara donde estaba. Bajo todo cuestionamiento. Bajo toda duda.

La incertidumbre, la espera, la magia.

Sobre cómo encontré la práctica de yoga y mis primeros pasos como instructora hablo más detenidamente aquí. Hubo un día que volví a superar mi vergüenza y mi timidez, y entre los almendros del Parque del Retiro, puse mi esterilla y practiqué. Al rato había dos más que se unían a mis movimientos. Llegó el verano y los almendros me regalaron el espacio para que grupos de 40 personas se juntaran a seguir mis flujos.

Cuando la voz no hablaba de moverse, me guiaba hacia esto y yo me descalzaba cada día en ese espacio totalmente asombrada de que la gente siguiera llegando.

Sesiones Intimas Yoga con Cris taller intensivo workshop camino de vida
Foto: David Sandel

Han pasado cinco años desde aquellos encuentros, de las clases en el parque y de lo que vino después. Los desayunos con yoguis, las salas alquiladas por horas con tambores de fondo. Luego llegó la búsqueda de nuevos espacios y la creación de los propios. Llegaron las Sesiones Íntimas que se llenaban a mansalva, las clases diarias con todas esas caras que recuerdo cada día.

Y de nuevo, esta voz. De nuevo, el momento de escucharla.

Sé que cuando estos momentos llegan, paso por un proceso muy intenso de dudas, cuestionamiento, análisis y miedos que no viene solo. Trae peso y requiere tiempoPero no puedo hacer otra cosa que no sea escuchar.

Madrid me dio alas para crear. Me dio la mano para crecer en este mundo y aportar mi granito de arena. Pero algo en mi me pedía tiempo, me pedía refugio y escucha tras cinco años de intensa entrega.

Así, en Junio del 2017 acabé mis clases en Madrid, abracé a todas y cada una de las personas que formáis parte inevitable de mi, y ahora escribo esto posando mi mirada en la ría que cruza los campos delante de casa a 400 kilómetros de Madrid.

La comprensión.

Y todo esto, ¿para qué? os preguntaréis.

Primero porque quiero compartir desde un lugar íntimo, y eso implica que os cuente lo íntimo.

Segundo, porque creo que hacer cambios que se acerquen a lo que sientes no siempre es fácil ni lo guía un camino de rosas, pero da libertad. Porque en el proceso de aprender a escuchar esta voz he comprendido, que todas las decisiones, nos llevan al lugar en el que estamos. Que consecuentemente, si el lugar en el que estamos (físico o emocional) no nos satisface, podemos escucharlo, sentirlo, dejarlo ser, y verlo transformarse mientras nos transforma a nosotras.

Que está en nuestras manos. Que estamos en nuestras manos.

Que al otro lado de la comodidad, de lo conocido y del miedo hay un campo vacío, porque está lleno de posibilidades. Que nada es definitivo. Que todo cambia. Que hay días que me asusto pero estoy infinitamente agradecida a esta vida.

Yoga en Cantabria. Camino de Vida.
Foto: David Sandel

Que si no hubiera vivido lo que he vivido, hoy no estaría escribiendo esto y tú, no lo estarías leyendo.

Esta voz me ha llevado a recorrer diferentes continentes, conocer nuevas culturas, emprender nuevos proyectos, abrir la mente a formas de vida diferentes, me ha presentado con el regalo de una realidad que nunca pude soñar y se alza clara y firme.

Esta voz seguirá apareciendo de una u otra manera siempre. Esta voz nos susurra pacientemente hasta que asumimos la valentía necesaria para darle espacio.

Cuando aprendemos a escuchar esta voz podemos seguir los pasos que nos llevan inevitablemente a la creación y expresión auténtica de nuestro propio camino. Y de eso, creo, va la vida.

Gracias, siempre.

 

 

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