En nuestras manos tenemos maravillosas herramientas. Reconquistar el poder de nuestro movimiento puede marcar grandes diferencias.
Imagina que llegas a una habitación enorme, de paredes, suelos y techos blancos. Donde hay columnas, escaleras, y diferentes texturas recubriendo cada superficie. Imagina que al llegar, te dan 2.500 pinturas de colores y tonalidades diferentes y te dicen que puedes usarlas todas. Imagina entonces que escoges solo 3 y te pasas el resto de tu vida utilizando solo, 3 colores.
Algo muy parecido es lo que hemos hecho en nuestras sociedades. Nos hemos conformado con pintar un rincón de esa maravillosa sala con tan solo tres colores, para el resto de nuestra vida. Sigue leyendo o haz click aquí para escucharlo con mi voz.
Nuestro cuerpo tal y como lo conocemos ahora, tiene la capacidad de trepar árboles en busca de alimento, cruzar ríos, moverse bajo el agua y arrastrarse sobre la tierra. Estamos hechos de miles de colores. Sin embargo, parece que hemos asumido que con 3 nos basta.
Estamos hechos para movernos
Dicen que la capacidad de sentarse en el suelo y levantarse sin la necesidad de apoyarse sobre las manos o agarrarse a algo para conseguirlo, puede definir lo que nos queda de vida. Lo que se desgrana de estos estudios es que la movilidad que tenemos puede ser un gran indicador de la salud y la «edad» de nuestras articulaciones.
Vamos a pensarlo de la siguiente manera. Asumiríamos que una persona muy mayor tuviera dificultad en reproducir tal movimiento, lo mismo que a muchas personas mayores les cuesta sentarse y levantarse de una silla. Por otro lado, veríamos totalmente normal que un niño lo pudiera hacer a la primera, ya que se agachan con facilidad. Pero sin embargo, cuando a veces propongo este ejercicio en clases, las risas y las caras de asombro desbordan la sala cuando nos damos cuenta de que un movimiento aparentemente tan simple, es prácticamente imposible de realizar con suavidad y control para muchos.
Otro ejemplo es éste, del que hablo muy a menudo. Es entendible asumir que si caminamos con los pies, y sabemos estar parados de pie, sabemos como activar esta musculatura. Sin embargo, cuando pedimos a personas adultas pararse sobre un pie, abrir los dedos de los pies, mantenerse en ciertos equilibrios o activar y desactivar ciertas musculaturas en posturas de yoga, es común encontrase con caras de confusión, sensaciones de incapacidad y frustración.
Lo que intento decir es que hemos asumido cierta normalidad y hemos eliminado la capacidad de juego de tal forma, que hemos perdido contacto con nuestro cuerpo, nuestra sensibilidad y nuestra percepción, pero sobre todo, hemos abandonado nuestro potencial.
Qué pasa cuando no nos movemos
La salud de la musculatura, de las articulaciones, de las vísceras y órganos internos tanto como de nuestro sistema nervioso, depende en gran medida de como lo utilizamos y cuánto lo hacemos.
Quedarnos quietos o en la misma postura durante muchas horas al día por las necesidades de nuestro trabajo o por la razón que sea, es como si nos encerraremos en una jaula. Al final, perdemos la capacidad de movernos. Lo peor ocurre cuando, con el paso del tiempo, asumimos que esa jaula es el espacio natural donde vivir. Hemos dejado a un lado todas nuestras capacidades y potencialidades y abandonado un gran mundo de juego y posibilidad.
La musculatura se atrofia, pierde la capacidad de contraerse y estirarse, las fascias se engrosan haciendo el movimiento cada vez más difícil y doloroso, y perdemos la sensibilidad necesaria para saber lo que está pasando por nuestro cuerpo.
Nuestra mente pierde de vista ciertas zonas en el cuerpo que no se usan, y poco a poco, esas zonas desaparecen de nuestro mapa físico.
Otro de los aspectos que hemos normalizado en nuestra sociedad es la cantidad de tensión y estrés que somos capaces de asumir constantemente. De los efectos y detalles de esto hablaré pronto, pero por ahora quiero que entiendas que esto no es gratis; deja huella, y con el tiempo pasa factura a niveles físicos y emocionales.
El cuerpo está hecho para moverse y se beneficia de ello. Empiezan a salir a la luz algunos estudios en los que se ha descubierto que cada vez que nos movemos de manera que nos sienta bien, el sistema nervioso se tranquiliza, y empiezan a segregarse unas sustancias y enzimas en el estómago, que son clave en la gestión del estrés.
Qué beneficios tiene moverse
Los beneficios del movimiento son extensos y podríamos hablar durante muchísimas horas sobre ello. Pero por ahora mantengamos las cosas simples y claras. Cuando nos movemos de manera consciente y prestando atención, estamos haciendo que la mente y el cuerpo se relacionen.
Si además el movimiento es nuevo y diferente a lo que hacemos habitualmente, estamos desafiando al sistema nervioso y sensitivo, poniéndolo a prueba para que descubra nuevos caminos con el objetivo de reproducir una nueva realidad.
De ahí la importancia de la práctica de yoga, que nos pondrá casi instantáneamente, en posturas y formas que no practicamos en nuestro día a día. Ya que lo que no usamos se pierde y lo que no vemos parece que no existe, es necesario movernos en todas las direcciones.
El movimiento nos aporta información propioceptiva y permite que cultivemos sensibilidad a lo que
normalmente pasamos por alto.
Me gusta decir, entonces, que prácticas así nos hacen más sensibles y más «inteligentes».
Para que haya movimiento, necesitamos que la musculatura se active, se contraiga y se extienda. Al hacerlo, generamos calor y presión. Esta diferencia de presión en las diferentes partes del cuerpo será una de las causas para que la sangre recorra el cuerpo en una dirección u otra. Que la sangre impregne todas las fibras del cuerpo es esencial para que éstas no solo
absorban oxígeno y nutrientes y se deshagan de lo que no necesitan, si no que también esa zona podrá lubricarse, hidratarse y sanar.
Cuanto más nos movamos, más fácil será movernos. Cuanto menos nos movamos, mas tensión acumulamos, y más difícil será empezar amoverse de nuevo.
La importancia del movimiento auténtico y propio
¿Vale cualquier movimiento? Sí y no.
En la búsqueda de movimiento es esencial que tengamos un par de cosas en mente.
- El movimiento tiene que hacernos sentir bien. Mientras lo hacemos, y después.
- El movimiento tiene que ser consciente y tenemos que prestar atención a sus efectos.
Es importante que asumamos nuestro potencial y nuestra capacidad. Solo nosotros somos capaces de percibir nuestro propio cuerpo. Si bien creo que es necesario acudir a profesionales que nos puedan dar luz en la recuperación de nuestro movimiento, a medida que vamos adquiriendo de nuevo esa sensibilidad, es necesario que escuchemos lo que sentimos.
Es muy común hoy en día, que algunas cosas nos asusten, que si nos lesionamos nos entre el miedo, que todo lo que sea diferente de lo que hacemos habitualmente cause confusión. Pero el cuerpo y el movimiento tienen que ser una prioridad para la exploración y la investigación, para que podamos recuperar nuestro poder como seres sensitivos, perceptivos e inteligentes.
Si abandonamos por miedo, por estrés o porque no somos capaces de sacar 15 minutos al día para movernos de manera consciente, tenemos que asumir los efectos en nuestra salud física y anímica.
Recuperar nuestro potencial
En la pérdida de nuestra movilidad hemos dado el poder a otros. Hemos entregado nuestra percepción a miradas externas y hemos olvidado que en nuestras manos tenemos muchísimo poder. Lo que tenemos que hacer es DEDICARNOS a ello; DEDICARNOS a nosotros mismos.
Requiere tiempo, paciencia y disciplina, sí, pero lo que conseguimos a cambio no tiene precio. Lo que conseguimos es reconquistar nuestro cuerpo y mente. Reconocer, habitar y asumir nuestra historia, plasmada en nuestro cuerpo. Un cuerpo que con el tiempo dejará de lesionarse, enfermará menos y sanará más rápidamente. Conseguimos un sistema nervioso eficiente que nos permita descansar y actuar cuando sea necesario.
No es importante, es esencial, que encontremos tiempo para sentir nuestro cuerpo. Para moverlo como necesite. Puede ser de muchas y variadas maneras. Es vital que re definamos lo que le sienta bien al cuerpo y que seamos lo suficientemente sensibles como para ajustarnos a sus necesidades, que seamos nuestra propia medicina, que nos cuidemos y honremos el lugar en el que vivimos.
Que hagamos de este cuerpo, esa sala amplia y llena de posibles colores. Que la pintemos y la mostremos como tan solo cada uno puede hacer.
Cris
Muy buen artículo, me ha encantado.
Me enamoro de ti leyendote.