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De las alturas, de las nuevas pieles y de habitar lo soñado.

Algunos de vosotros ya lo sabéis, pero para los que no, os abro este secreto. Yo de pequeña estaba hecha de mantequilla y algodón de azúcar, contaban las veces que lloraba al día y no eran pocas, soñaba mucho, dormida y despierta, contaba a tres antes de decir algo y luego no hallaba el valor para decirlo así que volvía a contar a tres. Quería ser modelo y bailarina y tener el pelo largo. Sí.

Aprendí a ir en bici pasados los nueve, me daba miedo caerme, hacerme daño, la velocidad, las alturas. Luego vino lo de la tos ferina a los 10 que durante un año o más me hizo quedarme muy quieta; nada de correr o jugar a nada que requiriera esfuerzo físico. Las consecuencias psicológicas siguen en mi memoria física y emocional así que subir montañas o tratar de correr es para mi algo que enhebra miles de frenos.

Sigue leyendo o clicka aquí para que yo te lo cuente.


 

Siempre que pienso en mi de pequeña, automáticamente recuerdo a mi madre. Mi madre ha sido siempre una mujer valiente y emprendedora. Ella de pequeña jugaba a cazar serpientes. Le gustaba la velocidad, el riesgo. Si había dos opciones de camino, escogía siempre el desconocido. Ha sido fuerte, en todos los sentidos. No la recuerdo quejarse. La recuerdo alocada, divertida y atenta.

Nos ha enseñado a viajar, a recorrer el mundo, a investigar, a cuestionarnos cosas, a ir contracorriente si eso es lo que creíamos y a apostar por lo que queremos.

«Puedes hacer lo que quieras mientras puedas sostenerlo y hacerte cargo.»

Así que a los 6 le pregunté si podía tener como mascota unos gusanos de seda. No sé por qué eso estaba de moda. No requerían demasiado cuidado, solo una caja de zapatos con agujeros y esperar a que se hicieran mariposas.

La conversación, algo así. -Mamá, puedo tener gusanos de seda? -Claro, si sabes darles de comer y donde conseguir su comida. -Por supuesto, les daré lechuga. -No, comen morera que crece en un árbol muy fácil de escalar. – Vale.

Así que conseguí los gusanos  y una tarde fuimos a por hojas de morera, mi madre y yo y todos mis miedos que no tardaron en unirse.

Nos plantamos frente a uno de los árboles, creo que subí un metro y medio y ahí estaban, todos mis monstruos y mis temores. Me paralicé porque a mi el miedo siempre me hace hacer eso. Paralizarme.

No recuerdo mucho más que bajar del árbol sin hojas y consiguiéndolas en algún otro lado.

Habrán pasado más de 20 años. Sigo llevando todo eso conmigo. Tantas veces sigo siendo esa niña que se sube a la morera y se queda petrificada. Las morenas ahora tienen otras formas, otros colores y alturas. Sigo siendo esa niña que a veces tiene que contar a tres antes de decir algo.

YogaconCris.Escalada.Pico.EEUU
Crystal Crag, Mammoth.

De piel para dentro, me siento tantas veces hecha de mantequilla y algodón de azúcar. Lo asombroso y lo que hace un tiempo estoy intentando encajar es que de piel para afuera, lo que los demás perciben es fuerza, potencia y valentía.

Sé que hay gente que como yo pasa por cosas parecidas. Y sé que hay otra gente que siempre ha estado al otro lado de mis miedos. Y ahora, aquí estoy, permitiéndome ser esa mujer que también reconozco, porque la he tenido delante cuando era pequeña, porque la he soñado para mi y he empezado a habitarla.

Sigo llevando de la mano a esa niña para mostrarle lo amplio que es el mundo, porque sigo tratando de escoger la belleza en cada cosa aunque no siempre lo consiga, porque estoy intentando deshojarme de todo aquello que me encierra y encripta, porque sigo muy atenta a todo lo que eso genera, porque sigo queriendo escuchar todas las que soy y dar un paso más.

Hace unos días escalé un pico, da igual los metros que tuviera, era muy alto. En la cima el viento me arrastraba. A los lados, solo precipicios. Escalé con manos y pies. Mi madre y las moreras estaban presentes. El miedo también. La decisión de seguir adelante, también. El asombro por la belleza alrededor, también. La confianza en mis pies, en mis piernas, en mis pasos, en las personas que me acompañaban, también.

En todo eso, estos recordatorios.

YogaconCris.Escalada.EEUU
Vas a tener que ensuciarte las manos

«Para abrirte, para dejar que la vida te despliegue, vas a tener que hacer las cosas de manera diferente. Vas a tener que ensuciarte las manos, vas a tener que dejar que el miedo haga lo que quiera hacer y observarle hacerlo. Vas a verte sangrar y dejar que la sangre sane las heridas. Vas a seguir viendo todo ocurrir sin ponerle un freno, vas a permitirte ser permeable a todo y dejar que todo ocurra y que todo pase por ti. Vas a convertirte en corriente y danzar con todo.

Vas a seguir compartiendo espacios con todas las que eres y unirte a la fiesta con ellas. Vas a tener que dejar de pensar tanto. Vas a simplemente hacerlo y despreocuparte un poco más. Vas a tener que dejar caer la piel antigua y permitir que lo nuevo florezca. Vas a cerrar los ojos y dejar que todo simplemente ocurra.»

 

 

 

8 comentarios en “De las alturas, de las nuevas pieles y de habitar lo soñado.”

  1. Cris, Stefi y yo lo hemos leído con una sonrisa enorme, nos ha encantado!! Sigue siendo tú, eres fantástica!!
    Disfruta muchísimo de tu aventura, aqué te esperamos,
    Un besazo enorme

    1. Cris Aramburo

      Bonitos, Iris, Stefano, mil gracias por vuestra sonrisa, sin duda, estabais ahí arriba conmigo! a la vuelta escalamos algo juntos!

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