Emprender y saltar al vacío

 

Hace un año que dejé todo lo conocido. Di, una vez más, un salto al vacío para crear de cero un proyecto que me ha enseñado a poner en práctica todas las herramientas que he aprendido a lo largo de mi vida. 

Un proyecto que en teoría era relativamente fácil, y que en la práctica me ha enseñado muchísimo sobre mi misma, sobre la relación de pareja y los sueños en la vida. 

Creo que es importante hacer este ejercicio de vez en cuando, porque a veces nos olvidamos. Nos metemos tan de lleno en nuestras vidas que a veces olvidamos de donde venimos, por lo que hemos pasado, lo que hemos luchado y donde estamos ahora. 

Para que algo ocurra primero hay que soñarlo 

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Estoy segura de que si no es ahora mismo, en algún otro momento de tu vida has tenido que tomar grandes decisiones que han implicado un cambio. Hablo de esos momentos en los que has querido emprender un proyecto profesional, o un cambio a nivel personal. Dejar tu trabajo y coger un avión. Cambiar de profesión, volver a estudiar, cambiar de ciudad.

Dicen que para que algo ocurra, primero hay que soñarlo. Y es cierto. Pero no basta con eso. Hay que desearlo y creer que es posible. Hay una diferencia clara entre pararnos en un lugar en el que solo vemos imposibles y dificultades y colocarnos en un espacio mental en que confiamos en la posibilidad de que algo ocurra.

En el primer escenario estamos predispuestos al fracaso y eso conlleva a una forma de hacer que recreará lo que anticipamos como resultado negativo. El otro, nos coloca en un estado más relajado. Creer que tenemos una posibilidad nos da más ganas y nos hace comprometernos con la causa de manera que trabajamos con más intensidad. 

Quiero compartirte tres experiencias que me han servido a reírme de mi misma, a encontrar soluciones y seguir adelante.

Todas tienen que ver con salir fuera de mi zona de comodidad, con hacer el ridículo y descubrirme. La mayoría me conocéis por ver los vídeos de yoga o las fotos, y aunque esa también es mi realidad, no estoy en ese estado 24 horas al día.

Las que me conocéis por las clases, los retiros o los talleres podéis ver como en esa profundidad y sensibilidad también hay siempre algo de juego, de hacer el tonto y de sacudirnos ese lugar estático en el que a menudo vivimos.

Sobre el frisbee, el ridículo y la motivación.

Hace unos años estuve jugando con un equipo de frisbee. En el audio explico con más detalle la situación, pero básicamente, este deporte requiere todo en lo que yo soy malísima. 

Requiere rapidez y resistencia para correr sin parar, estar atenta al equipo contrario al mismo tiempo que prestas atención a la jugada para coger o lanzar el disco. 

Jugué un tiempo y principalmente hice mucho el ridículo. Quiero que me imagines corriendo como un pato por el campo dando vueltas sobre mi misma sin saber si tenía que correr en una dirección o en otra, defender o atacar o si se había acabado el partido. 

Siempre supe que no sería buena, me planté en ese escenario de imposibilidad y me conformé con sobrevivir a los entrenos y jugar de vez en cuando. Si hubiera visto la posibilidad, tal vez, hubiera mejorado un poco más rápido. 

La motivación era totalmente diferente y aunque pasé meses para conseguir subir a shirsasana, te puedo asegurar que las horas de ensayo y de práctica que dediqué a hacer ese asana no fueron para nada, las mismas que puse para aprender a lanzar el disco. En un escenario, sabía que había posibilidad, en el otro, me di por vencida. 

Hoy esa experiencia me sirve para reírme y darme cuenta de cuándo en mi vida estoy más bien jugando al frisbee o donde estoy dándolo todo para conseguir lo que quiero. 

En la práctica de yoga como en la vida

Cuando hay algo que me está costando mucho aprender o sacar adelante me viene esta imagen a la cabeza y entonces me entra la risa y me puedo relajar. 

Estar en un estado de posibilidad o de negación marca diferencia. Por eso, creo que es tan importante hacer cosas que estén fuera de nuestra zona de confort. Es justamente eso lo que nos da información de nosotros que nunca tendremos si solo hacemos lo que se nos da bien, lo que nos gusta, lo que nos es fácil. 

En la rareza de algunas posturas o de algunos flujos, mírate. Cuando estás aprendiendo algo nuevo o en una situación extraña, personal o profesional, mira el diálogo interno que estás teniendo. Qué interesante es meterse en retos y poder hacerlo con la sensación de juego. 

Nota 1: Date la posibilidad

Cuando te des cuenta de que estás dando vueltas sobre ti misma sin sentido como lo hacía yo en el campo, para. Date un segundo para reírte de ti misma, revisa tu motivación y mira si estás en la negación o si eres capaz de ver la posibilidad para que algo ocurra.

Cualquier emprendimiento, del tipo que sea, va a suponer un nuevo aprendizaje. Permítete hacer el ridículo, reírte, relajarte, volver a colocar las cosas y confiar en que puedes hacer algo. Sea como sea, este es el siguiente punto.

El mapa no es el territorio.

Yo de pequeña quería dibujar un perro. Lo tenía clarísimo en la cabeza. Sabía como sería el cuerpo, las orejas y la cola. Cuando cogía papel y lápiz, aquello no tenía nada que ver con lo que había imaginado. 

El mapa no es el territorio y lo que tenemos en mente toma otras formas en la realidad. 

A menudo muchas de las cosas que ocurren en la realidad superan nuestras expectativas. Yo nunca pude imaginar que llegaría a conectar con tanta gente de la manera que lo estoy haciendo ahora. Nunca pensé que recibiría los mensajes que estoy recibiendo ni el apoyo de tantas personas. Pero tampoco imaginé que sería tan difícil a veces.

Que la teoría y la práctica son cosas diferentes es importante porque si vivimos solo en la teoría, ponemos moldes y expectativas a cosas que no se cumplen.

Y esto pasa con todo. Ponemos ideas a como tiene que ser nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra pareja y la forma en que nos comunicamos.

Y no hay nada más doloroso que que nos pongan en un molde en el que no encajamos. Y esto va en relación al post de la semana pasada. Aceptar que la realidad es como es, es liberador. 

Decir que aceptamos algo, es el mapa. Aceptar realmente las situaciones, la gente y a nosotros mismos, es algo totalmente diferente. 

Los niños de cuatro años y el burro que parecía otra cosa

Cuando llegué a Madrid no tenía ingresos. Encontré un trabajo como profe de Inglés en clases extra escolares para niños de 3 y 4 años.

Era de nuevo, algo totalmente fuera de mi zona de confort, nunca había trabajado dando clases de Inglés, nunca a niños pequeños, y mucho menos me había enfrentado a una grupo de 16 niños de 3 o de 4 años.

Al principio me preparaba muchas cosas y al final aprendí que la improvisación y escuchar como estaba el grupo era mucho más importante que lo que yo me había preparado. 

Me inventaba juegos y uno que les encantó consistía en adivinar animales. 

Yo dibujaba muchos animales en la pizarra y ellos aprendían la palabra en Inglés. Dibujaba caracoles, perros, ratones, gatos, jirafas… todo lo que se nos ocurriera. 

Y entonces, dibujé un burro. Cuando me giré y les pregunté qué era, sus caras lo decían todo. ¿Otro perro? ¿Un mono? ¿Un zorro? 

La imagen de un burro no aparecía en ninguno de los mapas de los que estábamos en esa clase. Pero en vez de abortar misión y olvidar el burro en cuestión, hicimos un pacto. 

Nos reímos del ridículo burro y acordamos que eso, era un burro. Y eso nos permitió seguir jugando y aprender una palabra nueva. 

Y a mi, me permitió poner en práctica que el imaginario no es siempre lo que pasa en la realidad pero aprendemos a querer lo que hacemos y ese burro hoy es el icono de muchas cosas. 

Muchas veces el burro que tenemos en la cabeza no es el burro que sale en el papel pero podemos acordar que es nuestro burro, es nuestro proyecto y nuestra forma de hacer y de ahí, se sigue adelante. Si nos liberamos de los ideales y de los moldes que a menudo imponemos, creamos nuevas realidades.

¿Dónde en tu vida los ideales no se están viendo reflejados? Y ¿Cómo podemos hacer para abrazar esa realidad? 

Cuando emprendemos proyectos, de nuevo, personales o profesionales, es importante chequear cuál es nuestro ideal, qué es lo que vemos en nuestra mente, y qué es lo que vamos a hacer en realidad. 

Yo soñaba con una ventana con vistas con tiempo para ir a escalar y a a practicar en la playa. Lo que no esperaba es que iba a tener que dedicar millonadas de horas a aprender como hacer tantas cosas, y con lo que no soñaba es con una lluvia y una niebla que rodea la casa en la que vivimos 6 días a la semana. 

Pero es lo que tenemos, y esto me ha permitido hacer muchísimas otras cosas. 

Nota 2. Que sea difícil no quiere decir que sea imposible.

No desesperes. Que sea difícil o que no sea exactamente como lo que imaginabas, no quiere decir que sea imposible. Quiere decir que vas a tener que trabajar un poco más, aprender a querer y abrazar a tu propio “burro” siendo ese “burro” un proyecto, un aspecto de tu personalidad o de la personalidad de tu pareja o de tu trabajo… 

La teoría es una cosa y la práctica es otra. Saber que queremos hacer algo y realmente llevarlo a cabo son cosas totalmente diferentes. 

Y aquí, el humor y darle la vuelta a las cosas es esencial. Este es el último punto de esta entrada que ha sido una de las grandes prácticas este año.

El Clown y la Meditación comparten mucho más de lo que imaginas

Hace unos años estuve haciendo cursos de clown, de payaso. Este fue otra de esas de salir de mi zona de confort absolutamente. 

La base del clown es el trabajo con las emociones básicas de manera que podamos sentirlas y al mismo tiempo que podemos estar lo suficientemente despiertos como para poder dirigirlas y gestionarlas.

Nunca puede ser falso. La conexión con la emoción siempre es real, porque si no, se nota, y no funciona. El clown me enseñó que se puede sentir absolutamente todo y encontrar la belleza y el disfrute incluso en lo más difícil. 

Puede sentirse triste por una cosa y reírse al mismo tiempo. Puede sentir confusión por una situación difícil, y encontrar una solución que solo tiene sentido para él en ese momento y que le coloca en un lugar de constante disfrute. 

Cuando en vez de darme media vuelta, dije sí a todo

Me apunté a un intensivo de clown. Cuando llegué a Valencia me di cuenta de que no tenía dinero para el fin de semana. No podía pagar el hostal, ni el curso, ni comprar comida para el el resto de días. 

En vez de darme media vuelta y volver a Barcelona, me animé a decir que sí a esa dificultad y ver qué pasaba.

El fin de semana acabó con un grupo de gente trayéndome comida de todos lados, prestándome dinero y acompañándome a sitios para que pudiera volver a casa.

Recuerdo muchos de los ejercicios que hicimos porque me enseñaron mucho pero hubo uno en concreto que a día de hoy repito a menudo. 

Nota 3. Dí que sí

El ejercicio va así. Se te presenta una situación de dificultad a la que tú tienes que contestar a todo pulmón que es lo mejor que te ha pasado en la vida y dar la razón de por qué. 

Por ejemplo, te has quedado tirada en la autopista en mitad de la nada. Son las 3 de la mañana y estás agotada. No tienes gasolina y el móvil se te ha quedado sin batería. ¿Qué haces? Respuesta: lo que todo el mundo vería como un problema, tú lo coges y le das media vuelta. «Por fin tengo una noche para ver las estrellas.»

Y así con todo. Decir que sí a la realidad que tengamos es esencial para seguir adelante. A veces lo consigo y a veces no. 

Pero por eso aquí ya no tenemos goteras, si no que es el momento de convertir el salón en una selva tropical. O si se inunda el patio, jugamos a los barquitos de papel.

Poder cambiar la realidad implica que podamos tomar algo de distancia de la situación. Eso lo hace el clown y lo hace la práctica de Meditación.

Solo con la práctica constante de meditación podemos empezar a ver como no somos solo lo que sentimos, ni somos solo lo que pensamos sino que somos los que podemos observar lo que está pasando. Y esta pequeña distancia nos da el espacio de maniobra para sentir y digerir.

Las emociones contienen información, no te pierdas el mensaje. 

Y si evitar ciertas emociones, por querer demasiado los ideales y no abrazar esta realidad, nos estamos perdiendo el aprendizaje.

Y si la tristeza, el enfado, la soledad, el miedo no son más que invitaciones y puertas abiertas llenas de información. 

Si estamos totalmente inmersos en lo que sentimos, si no somos capaces de vernos desde fuera, es difícil que aprendamos de ello. 

La meditación es una gran herramienta para eso. Pero solo ocurre cuando lo ponemos en práctica constante durante mucho tiempo. Ocurre de manera espontánea. Todos los que lleváis meditando tiempo lo sabéis. 

Hay un momento en el que te das cuenta de los caminos que hace tu mente, los giros que dibuja tu corazón o las sensaciones que porta tu cuerpo y como, tú, puedes ser todo eso y al mismo tiempo el observador.

La felicidad no es un estado de euforia constante ni vidas perfectas en las que todo encaja. La felicidad está hecha de miles de piezas de todos los colores y de la posibilidad de mirar a cada una de esas partes y ver la belleza que aportan.

Y cuando todo falla, la música es la mejor aliada. 

Quien no se anima es porque no quiere, y a mi me encantaría veros a todos bailar y hacer el tonto, con lágrimas en los ojos y con sonrisas en la boca. 

Ayer el día acabó bailando y ésta es la música que me llevó a la alegría de nuevo. 

Te la regalo para que la bailes, te agites y te des posibilidad de nuevo.